Un estudio reciente publicado en “Cognition and Emotion” ha sacado a la luz cómo el sueño fragmentado se asocia con una capacidad reducida para controlar nuestras emociones. Específicamente, una noche de sueño fragmentado llevó a los participantes del estudio a fijar sus pensamientos en ideas negativas, y esto se asoció significativamente con sentimientos negativos más fuertes al día siguiente.
El sueño fragmentado se debe a despertares breves durante la noche, lo que provoca una mala calidad del sueño. Esta interrupción del sueño no sólo hace que las personas se sientan cansadas a la mañana siguiente, sino que a menudo también conduce a una disminución del estado de ánimo positivo y un aumento del estado de ánimo negativo. Pero el mecanismo exacto por el cual el sueño afecta nuestras emociones no está bien establecido.
Una teoría es que el sueño modifica nuestra capacidad de regulación de las emociones. La regulación de las emociones implica el uso de nuestros pensamientos y acciones para controlar las emociones que sentimos y cómo se expresan. Estas se pueden dividir en estrategias adaptativas y desadaptativas.
Las estrategias adaptativas de regulación de las emociones pretenden ser útiles para mejorar nuestro estado de ánimo; por ejemplo, ver una situación de una manera más positiva (reevaluación cognitiva), aceptar las emociones tal como son y no sentir el deseo de cambiarlas (aceptación), y centrar la atención en algo más neutral o positivo (distracción).
Por el contrario, las estrategias desadaptativas suelen ser dañinas y agrian nuestro estado de ánimo; por ejemplo, no expresar exteriormente las emociones (represión), pensar constantemente en una situación de forma negativa (rumia) y juzgarse a uno mismo de forma negativa (autocrítica).
Merel Elise Boon y sus colegas de la Universidad de Radboud (Países Bajos) se propusieron investigar el impacto de la fragmentación del sueño en estas seis estrategias de regulación de las emociones y, en consecuencia, cómo se veía afectado el estado de ánimo.
Para el estudio, que duró 12 noches consecutivas, se reclutó a sesenta y tres estudiantes mujeres y seis hombres de la Universidad de Radboud, de entre 18 y 29 años. Los participantes llevaban cada noche en su muñeca un Actiwatch, que es un dispositivo que rastrea objetivamente el sueño a través del movimiento, además de completar un diario de sueño cada mañana, que proporcionaba detalles subjetivos sobre su sueño.
El sexto día, los participantes durmieron normalmente durante una noche (la noche de control) o experimentaron una fragmentación del sueño por lo que una alarma los despertó cada 80 minutos.
Al entrar en la mañana del séptimo día, los participantes completaron la tarea de regulación de las emociones. Esta tarea consistió en primer lugar en ver un fragmento de película neutral de un documental sobre la naturaleza para poner a todos los participantes en un estado emocional similar. A continuación se mostró un triste fragmento de película como medida de referencia. Finalmente, los participantes recibieron instrucciones para utilizar una de las estrategias de regulación emocional de reevaluación cognitiva, distracción, aceptación o supresión, antes de mostrarles un fragmento de película triste diferente.
Después de la tarea del séptimo día, los participantes completaron encuestas que midieron cuánto usaban la reevaluación cognitiva, la distracción, la aceptación, la supresión, la rumia y la autocrítica, así como sus emociones positivas y negativas actuales.
Este proceso se repitió la semana siguiente, pero los participantes estaban en la condición opuesta. Por ejemplo, si antes dormían normalmente, experimentaban fragmentación del sueño y viceversa.
Tras el análisis de los datos, los investigadores encontraron que los participantes reportaron niveles más bajos de emociones positivas después de la fragmentación del sueño en comparación con dormir normalmente; sin embargo, el nivel de emociones negativas no difirió.
En particular, los participantes informaron una mayor rumiación después de la fragmentación del sueño. De todas las estrategias de regulación emocional investigadas, sólo la rumiación se asoció con emociones negativas más fuertes la mañana siguiente a la fragmentación del sueño. Los investigadores sugieren que esto puede deberse a que la mala calidad del sueño altera la capacidad de controlar la atención y, por lo tanto, altera la capacidad de desviar la atención de los pensamientos negativos. En una escala de tiempo más larga, “los efectos de la rumia que afectan el estado de ánimo después de dormir mal… podrían llevar a la aparición de [depresión]”, proponen Boon y sus colegas.
Los participantes también informaron de una mayor distracción después de la fragmentación del sueño. Boon y sus colegas plantearon la hipótesis de que los participantes utilizaban la distracción con más frecuencia como estrategia adaptativa contraria debido a que tenían más pensamientos reflexivos desadaptativos después de la fragmentación del sueño. Curiosamente, sin embargo, se descubrió que la distracción reduce las emociones positivas, por lo que los investigadores sugieren que se requieren más investigaciones.
Finalmente, no hubo evidencia de que alguna de las estrategias de regulación de las emociones desempeñara un papel en la relación entre la fragmentación del sueño y las emociones positivas.
Los investigadores destacaron algunas limitaciones de su estudio. Por ejemplo, no estaba clara la etapa del sueño en la que se despertaron los participantes. Investigaciones anteriores han demostrado vínculos entre la interrupción del sueño profundo y una mala regulación de las emociones, por lo que si los participantes se despertaran durante el sueño ligero, esto podría haber tenido un menor impacto en las capacidades de regulación de las emociones.
Además, se ha descubierto que hombres y mujeres difieren en su elección principal de estrategias de regulación de emociones. Por lo tanto, los resultados no se pueden aplicar a una población más amplia ya que la mayoría de los participantes eran mujeres.
A pesar de algunas deficiencias del estudio, este investiga eficazmente los efectos a corto plazo de la mala calidad del sueño sobre el estado de ánimo y abre preguntas para futuras investigaciones científicas, como las consecuencias de la mala calidad del sueño a largo plazo.
El estudio, “El efecto del sueño fragmentado en la capacidad y el uso de la regulación de las emociones”, fue escrito por Merel Elise Boon, M.L.M. van Hooff, J.M. Vink y S.A.E. Geurts.
Traducido de: psypost.org